jueves, 22 de enero de 2015

Y el Noir vino de los países nórdicos



Y un buen día la literatura policial negra empezó a llegar de los países nórdicos, y era tan buena que los fieles lectores de policiales no nos preguntamos por qué sino que pedimos que siguieran viniendo.


El primero que llegó a mí fue Henning Mankell  de Suecia y su detective Wallander, y nos hicimos tan amigos que hasta releí sus libros una y otra vez, como quien conversa de las mismas cosas, así, como con los amigos de verdad. Asesinos sin rostro, Los perros de Riga, La leona blanca, El hombre sonriente, La falsa pista, La quinta mujer, Pisando los talones, Cortafuegos y etc. Tan asiduo de su compañía me hice, que nunca quise leer el libro con el que Mankell lo condena al Alzheimer. ¿Por qué los autores cuando quieren deshacerse de un personaje de éxito lo matan o lo enferman sin retorno? ¿Por qué nunca los mandan a una isla casi desértica a que rumie los errores de su pasado con un perro? Les dieron fama y fortuna y cuando quieren comenzar un nuevo capítulo creativo, les deparan destinos tristísimos. Son unos desagradecidos por donde se los mire.



Después llegó Stieg Larsson, también de Suecia, casi de casualidad, antes de que se desatara el fenómeno, gracias a una vendedora. Había elegido no sé qué novela y camino de la caja, me topé con ella que me dijo: “No se lleve ese, es malo, venga, tome este, hágame caso, no se va a arrepentir”; y me dio Millennium 1 o sea Los hombres que no amaban a las mujeres. Esperé con ansias Millennium 2 y 3, que por aquí se publicaron casi simultáneamente, o sea La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire. Y claro, Lisbeth Salander se quedó a vivir en un rincón de mi mente para siempre.


Después llegué a Arnaldur Indridason de Islandia. Guau, guau, guau. Dice Wikipedia: “En 1997 creó para sus novelas policíacas al personaje del inspector islandés Erlendur Sveinsson, un hombre obsesionado por el pasado y la sombra de su hermano, un niño que desapareció. Divorciado tras un breve matrimonio, solitario y deprimido, Erlendur tiene una hija drogadicta llamada Eva Lind, a la que sólo habla cuando no puede escucharle, y un hijo llamado Sindri Snaer. La investigación criminal en sus novelas suele ser un pretexto para resolver un enigma del pasado, y en ellas el lirismo cumple un papel importante.” Hasta ahora se consiguen por aquí Las marismas, La mujer de verde, La voz, El hombre del lago e Invierno ártico. ¡Hay otras 8 novelas más con Sveinsson! Traduzcan, chicos, e impriman. Juro que no me quejaré ni aunque se consigan, como las anteriores,  solo en esas pedorras versiones de macarrónico español madrileño.
 

Llegué después a Jo Nesbo de Noruega. Nos estamos conociendo. Arranqué con el opus 10 de su detective Harry Hole, Police (y sí, lo leí en inglés) y tardé unos cuantos meses en reponerme. El hombre escribe negro, negro. Híper noir. Tengo a mano, el opus dos Cockroaches (Cucarachas). En cualquier momento lo empiezo.

Y ahora llego a Jussi Adler-Olsen de Dinamarca y no por sus libros esta vez, sino por dos películas basadas en sus libros. Kvinden i buret (2013) o sea El guardián de los casos perdidos y Fasandræberne (2014) o sea El ausente. Su detective es Carl Mørck. Dice el blog detectivesdelibro.blogspot.com.ar: “Ha trabajado 23 años en la policía, 10 de ellos en la Brigada de homicidios. Tiene muchos defectos: llega tarde, es perezoso, su oficina es un caos, intratable, malhumorado, endurecido, escéptico, mordaz, vuelve locos a sus compañeros, pero es un fantástico policía, con gran experiencia e instinto. (…) Recientemente él y sus dos compañeros han sido víctimas de un ataque, uno de ellos ha muerto y otro ha quedado paralítico. Para apartarle de la calle y los conflictos con sus compañeros sus jefes le ponen al frente del recién creado Departamento Q, una brigada móvil que se ocupa de casos archivados que requieren especial atención. (…) Le asignan como ayudante a Hafez el-Assad, un inmigrante sirio de misterioso pasado, llegado a Dinamarca en 1998. Limpia, prepara café, conduce y poco a poco va ocupando un lugar central en las investigaciones gracias a su inteligencia y su simpatía, que abre caminos cerrados para Mørck.


Cada una de las películas trata un caso distinto. Y si Krister Henriksson fue en la serie de la televisión sueca el perfecto Wallander por su cara cansada, de buen ver, pero algo anodina (lo siento, Kenneth Branagh, sabés que te quiero y te respeto como el mejor, pero tu Wallander para la televisión inglesa es demasiado, demasiado llorón), el dinamarqués Nikolaj Lie Kaas es el perfecto Carl Mørck. Tiene una cabeza de hombre de Neanderthal, y es un actor singularmente expresivo al que el género noir le sienta más que bien. El libanés Fares Fares que interpreta a su compañero Assad también se postula como imprescindible para su papel.
 

Si se cruzan con estas películas en la red, en la calle, en el cable, bájenlas, cómprenlas o detengan el zapping, como me dijo la vendedora que me inició en el Millennium de Larsson: Hágame caso, no se va a arrepentir.

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