Y un
buen día la literatura policial negra empezó a llegar de los países nórdicos, y
era tan buena que los fieles lectores de policiales no nos preguntamos por qué sino
que pedimos que siguieran viniendo.
El
primero que llegó a mí fue Henning Mankell
de Suecia y su detective Wallander, y nos hicimos tan amigos que hasta
releí sus libros una y otra vez, como quien conversa de las mismas cosas, así,
como con los amigos de verdad. Asesinos
sin rostro, Los perros de Riga, La leona blanca, El hombre sonriente, La falsa
pista, La quinta mujer, Pisando los talones, Cortafuegos y etc. Tan asiduo
de su compañía me hice, que nunca quise leer el libro con el que Mankell lo
condena al Alzheimer. ¿Por qué los autores cuando quieren deshacerse de un
personaje de éxito lo matan o lo enferman sin retorno? ¿Por qué nunca los
mandan a una isla casi desértica a que rumie los errores de su pasado con un
perro? Les dieron fama y fortuna y cuando quieren comenzar un nuevo capítulo
creativo, les deparan destinos tristísimos. Son unos desagradecidos por donde
se los mire.
Después
llegó Stieg Larsson, también de Suecia, casi de casualidad, antes de que se
desatara el fenómeno, gracias a una vendedora. Había elegido no sé qué novela y
camino de la caja, me topé con ella que me dijo: “No se lleve ese, es malo,
venga, tome este, hágame caso, no se va a arrepentir”; y me dio Millennium 1 o
sea Los hombres que no amaban a las
mujeres. Esperé con ansias Millennium 2 y 3, que por aquí se publicaron
casi simultáneamente, o sea La chica que
soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire. Y claro, Lisbeth
Salander se quedó a vivir en un rincón de mi mente para siempre.
Después
llegué a Arnaldur Indridason de Islandia. Guau, guau, guau. Dice Wikipedia: “En
1997 creó para sus novelas policíacas al personaje del inspector islandés
Erlendur Sveinsson, un hombre obsesionado por el pasado y la sombra de su
hermano, un niño que desapareció. Divorciado tras un breve matrimonio,
solitario y deprimido, Erlendur tiene una hija drogadicta llamada Eva Lind, a
la que sólo habla cuando no puede escucharle, y un hijo llamado Sindri Snaer.
La investigación criminal en sus novelas suele ser un pretexto para resolver un
enigma del pasado, y en ellas el lirismo cumple un papel importante.” Hasta
ahora se consiguen por aquí Las marismas,
La mujer de verde, La voz, El hombre del lago e Invierno ártico. ¡Hay otras 8 novelas más con Sveinsson! Traduzcan,
chicos, e impriman. Juro que no me quejaré ni aunque se consigan, como las
anteriores, solo en esas pedorras
versiones de macarrónico español madrileño.
Llegué después a Jo Nesbo de Noruega. Nos
estamos conociendo. Arranqué con el opus 10 de su detective Harry Hole, Police (y sí, lo leí en inglés) y tardé
unos cuantos meses en reponerme. El hombre escribe negro, negro. Híper noir.
Tengo a mano, el opus dos Cockroaches (Cucarachas). En cualquier momento lo
empiezo.
Y
ahora llego a Jussi Adler-Olsen de Dinamarca y no por sus libros esta vez, sino
por dos películas basadas en sus libros. Kvinden
i buret (2013) o sea El guardián de
los casos perdidos y Fasandræberne
(2014) o sea El ausente. Su detective
es Carl Mørck. Dice el blog detectivesdelibro.blogspot.com.ar: “Ha trabajado 23
años en la policía, 10 de ellos en la Brigada de homicidios. Tiene muchos
defectos: llega tarde, es perezoso, su oficina es un caos, intratable,
malhumorado, endurecido, escéptico, mordaz, vuelve locos a sus compañeros, pero
es un fantástico policía, con gran experiencia e instinto. (…) Recientemente él
y sus dos compañeros han sido víctimas de un ataque, uno de ellos ha muerto y
otro ha quedado paralítico. Para apartarle de la calle y los conflictos con sus
compañeros sus jefes le ponen al frente del recién creado Departamento Q, una
brigada móvil que se ocupa de casos archivados que requieren especial atención.
(…) Le asignan como ayudante a Hafez el-Assad, un inmigrante sirio de
misterioso pasado, llegado a Dinamarca en 1998. Limpia, prepara café, conduce y
poco a poco va ocupando un lugar central en las investigaciones gracias a su
inteligencia y su simpatía, que abre caminos cerrados para Mørck.
Cada
una de las películas trata un caso distinto. Y si Krister Henriksson fue en la
serie de la televisión sueca el perfecto Wallander por su cara cansada, de buen
ver, pero algo anodina (lo siento, Kenneth Branagh, sabés que te quiero y te
respeto como el mejor, pero tu Wallander para la televisión inglesa es
demasiado, demasiado llorón), el dinamarqués Nikolaj Lie Kaas es el perfecto Carl
Mørck. Tiene una cabeza de hombre de Neanderthal, y es un actor singularmente
expresivo al que el género noir le sienta más que bien. El libanés Fares Fares
que interpreta a su compañero Assad también se postula como imprescindible para
su papel.
Si se cruzan con estas películas en la red, en
la calle, en el cable, bájenlas, cómprenlas o detengan el zapping, como me dijo
la vendedora que me inició en el Millennium de Larsson: Hágame caso, no se va a
arrepentir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario