No hace
mucho se entregaron los Premios Hugo (al teatro musical) y los premios ACE (al
teatro en general). En ambas premiaciones, las nominadas, junto con Karina K, a
la Mejor actuación protagónica en un musical estaban perdidas de antemano. No es
que les faltaran méritos para verse nominadas, lejos de ello, pero enfrentaban
una labor lisa y llanamente extraordinaria, excepcional, superlativa (en la más
estricta acepción de estos adjetivos).
Comencemos
por el principio, Karina K protagoniza Al
final del arco iris, obra del británico Peter Quilter en la que interpreta
a Judy Garland. Pero no a cualquier Judy, sino la del final, la de los meses
antes de su muerte en 1969. En la habitación de un hotel, con su novio Mickey
Deans (Federico Amador, primero y Benjamín Rojas, ahora) y un leal pianista,
Anthony (Antonio Grimau) se prepara para enfrentar las actuaciones en el club
londinense The talk of the town. Y poco ayudan su adicción a las anfetaminas y
su profunda soledad. La obra alterna el on-stage y el offstage, o sea, las
actuaciones y bambalinas de esa penúltima temporada (su actuación final sería
en Copenhague en marzo del 69). Puede que la obra no sea un dechado de
virtudes, pero se postula como un vehículo de lucimiento para una
actriz-cantante con agallas. Y algo que a Karina K le sobra es la voluntad de
enfrentar desafíos artísticos, no difíciles sino dificilísimos.
Reprisó
el último unipersonal de Niní Marshall, Y
se nos fue redepente. Fue una apabullante Norma Cassady en Víctor-Victoria, una arrebatadora Sally
Bowles en Cabaret, una
conmovedoramente cómica Florence Foster Jenkins en Souvenir y una punzante Mrs Lovett en Sweeney Todd. Y como si todo esto fuera poco, ahora se despacha con
una Judy lacerante.
Es imposible
abarcar con palabras lo que hace y lo que provoca en el público en este Al final del arcoíris. Para acercarnos
un poco a la apabullante realidad escénica que propone, solo podemos decir que
participa del milagro, del prodigio.
Ya la
he visto varias veces y la veré unas cuantas veces más. La grandeza no es algo
frecuente y hay que aprovechar. Revisen cualquier crítica y verán que no le
tiraron flores o macetas sino jardines enteros. Y no es para menos. Al contrario,
es poco. Y como los auténticamente grandes solo pueden dialogar entre iguales,
los arreglos y la dirección musical son de Alberto Favero.
Ricky Pashkus, que ya la dirigiera en Te quiero, sos perfecto, ahora cambiá,
en Souvenir, y en Sweeney Todd, sabe llevarla a lugares
que otras actrices no alcanzan ni en sueños. Pablo Battaglia creó un bello
vestuario y el maestro Héctor Calmet un apropiado marco escenográfico. Y el
actor Víctor Malagrino está muy simpático en sus breves apariciones.
Al final de arcoíris se representa ahora en el Teatro Astros (Corrientes 750) y va los jueves
y viernes a las 21 hs, los sábados a las 21:30 hs y los domingos a las 20 hs.
Escribir en un blog es como lanzar al mar un
mensaje en una botella. Si usted recibe este mensaje y no ha visto Al final del arcoíris, corra a verla. No
se arrepentirá y me agradecerá.
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