Llego
a Gillian Flynn por un foro en el que participo. El post se titula: Novelas que este año serán películas.
Descarto los thrillers sobrenaturales, los libros para adolescentes, el soft
porno para amas de casa insatisfechas, los libros históricos, los infantiles,
los románticos, las narraciones de hechos reales y me concentro en los
policiales (mi debilidad y mi salvavidas, cuando por algún motivo me cae la
noche oscura del alma, los policiales me cobijan de la depresión suicida).
Descubro que dos de los tres libros publicados de Flynn llegarán a la pantalla
este año (la tercera está incluida, supongo, para que no quede huérfana).
Gone girl (Perdida) será un film dirigido por David
Fincher (Alien 3, Pecados capitales, Al
filo de la muerte, El club de la pelea, La habitación del pánico, Zodíaco, El curioso caso de Benjamin Button,
Red social, La chica del dragón tatuado) y protagonizado por Ben Affleck,
Rosamund Pike y Neil Patrick Harris. La
prepotencia de tanto nombre atendible me apabulla y opto empezar por esta
novela.
¡Sorpresa! No solo es un policial atrapante, un thriller psicológico de aquellos sino además un libro excelente. La cosa es así (para no contar de más, transcribo parte de la contratapa) “En un caluroso día de verano, Amy y Nick se disponen a celebrar su quinto aniversario de bodas en North Carthage, a orillas del río Mississippi. Pero Amy desaparece esa misma mañana sin dejar rastro. A medida que la investigación policial avanza las sospechas recaen sobre Nick. Sin embargo, él insiste en su inocencia. Es cierto que se muestra extrañamente evasivo y frío, pero ¿es un asesino?”
Gillian
Flynn parece haberse tomado a pecho la razonable prédica de Fernando Vallejo: "No concibo otra forma de escribir que
en primera persona. Es la única real y sincera, porque ¡cómo va a saber un
pobre hijo de vecino lo que están pensando dos o tres o cuatro personajes! ¡No
sabe uno lo que está pensando uno mismo con esta turbulencia del cerebro va a
saber lo que piensa el prójimo!". Porque el libro está estructurado en
dos voces, la de Nick que va desmenuzando el presente de los hechos y la de Amy
que va atando los nudos desde el pasado a través de su diario (recurso “meta”
por excelencia, metalingüístico, meta literario, etc.) Ambas voces develan tantas
verdades como las que ocultan.
Vuelvo
a la contratapa, en la que generalmente se exagera en la “venta”, pero que para
variar esta vez se acerca, incluso en su ditirambo, a la objetividad: “Perdida arranca, como todo buen thriller
que se precie de serlo, con una mujer desaparecida y una investigación
policial... Pero esta no es sólo una gran historia, es una obra maestra. Un
thriller psicológico brillante con una trama tan apasionada y con giros tan
inesperados que resulta absolutamente imposible parar de leer. Perdida es
también una novela sobre el lado más oscuro del matrimonio, sobre los engaños,
las decepciones, la obsesión, el miedo. Una radiografía completamente actual de
los medios de comunicación y su capacidad para modelar la opinión pública. Pero
sobre todo es la historia de amor de dos personas. «Una narradora aguda con
talento para lo macabro.» Stephen King «Un retrato hilarantemente aterrador del
matrimonio, que hará reflexionar al lector sobre quién es en realidad la
persona que duerme al otro lado de la cama.» Time”.
Para
no atosigarme de Gillian Flynn, me tomo una pausa de su obra y me sumerjo en un
ejemplo de lo que ha dado en llamarse Berlín Noir, (subgénero del que hablaré
en otro momento, y que refiere a policiales que transcurren durante el nazismo,
sus inicios o postrimerías, y al que Philip Kerr llevó a su apogeo con la saga
de su personaje, Bernhard
"Bernie" Gunther) y leo, entonces, la primera novela con el inspector
Nikolai Hoffner, Rosa de Jonathan
Rabb, que trata sobre lo que pudo haber pasado con el cadáver de Rosa
Luxemburgo al final de la Primera Guerra Mundial. Poca suerte, esta Rosa huele mal, es larga, engorrosa y
medio bodriosa.
A
continuación me interno en el primer libro publicado por Flynn, el que por
ahora no tendrá versión cinematográfica: Heridas
abiertas (Sharp objects, Objetos
cortantes en el original, 2006). Cito la contratapa: “Recién salida de una breve estancia en un hospital psiquiátrico,
Camille Preaker viaja a su ciudad natal con el objetivo de cubrir una serie de
asesinatos para el diario donde trabaja. Así, regresa a la inmensa mansión en
la que creció, donde tendrá que enfrentar los recuerdos de su hermana, que
murió en plena adolescencia. Pero lo que más perturba a Camille es la presencia
de su madre, una mujer fría y manipuladora que despierta la admiración de sus
vecinos y que vive obsesionada con su salud y la de los suyos. Con la policía
local abrumada por los hechos, Camille llevará a cabo su propia investigación,
desafiando las rígidas normas sociales de un pequeño pueblo de la América
profunda.”
Se
nota que Heridas abiertas es una
ópera prima, los personajes (sobre todo la protagonista, una “cutter”, persona
que se daña infringiéndose heridas punzantes) están demasiado elaborados, las
vueltas de tuerca finales se ocultan tan ostensiblemente que se vuelven
evidentes, y hay situaciones que de tan “observadas” por los editores de un
primer libro resultan rígidas. No obstante, Flynn evidencia ya un arrollador
talento y una ambición a la altura de sus posibilidades. También está narrada
en primera persona, lo que desata una inmediata empatía con la protagonista. Y
tal como continúa la contratapa: "la
primera novela de Gillian Flynn es un thriller apasionante que retrata las
complicadas relaciones entre hermanas, madres e hijas, así como la sutil
violencia que las envuelve."
Me
tomo otro recreo con otro Berlín Noir, Un
rastro de humo (A trace of smoke) de Rebecca Cantrell, la primera novela protagonizada
por la periodista Hannah Vogel, que
transcurre en 1931, obviamente en Berlín, y que oficia, tal como aprendimos en Julia (Fred Zinemann, 1977) de sorbete
de limón o "trou normand" (hueco normando) para limpiar el paladar y
degustar mejor la Flynn que me queda.
Se
trata de La llamada del Kill Club (Dark places, Lugares oscuros en el
original, 2009). Paso a la contratapa: “Libby Day tenía siete años
cuando su madre y sus dos hermanas fueron asesinadas en el "Sacrificio
Satánico de Kinnakee, Kansas." Mientras su familia agonizaba, la pequeña
Libby escapó de la granja a través de la helada nieve de enero. Sobrevivió, y
presionada por los medios, declaró que su hermano Ben, de quince años, había
cometido el crimen. Veinticinco años más tarde Libby, que se esfuerza por
olvidar lo sucedido, vive de los últimos centavos que restan de donaciones de
almas caritativas que ahora ya han olvidado su caso. Es entonces cuando una
llamada del Kill Club, una sociedad obsesionada por crímenes famosos, despierta
el terrible pasado de Libby, presionándola para que descubra la verdad sobre
los asesinatos. Ella, que ve en ello una oportunidad para ganar dinero, retoma
el contacto con todos aquellos que tuvieron algo que ver con aquella fatídica
noche.”
¡Guau! Como Perdida es un libro excelente sin peros
ni fisuras. La historia se cuenta a través de tres personajes, Libby, la
superviviente, que nos habla en primera persona; Ben, el hermano, supuesto
culpable, que amortiza culpas en la cárcel, y Patty, madre de ambos, que
sucumbió en la masacre. Para las voces de Ben y Patty se usa la tercera persona,
pero está tan volcada hacia las percepciones de los personajes que
prácticamente es una primera persona indirecta. La historia es como un paisaje
difuso al que una cámara, al acercarse y focalizarlo, vuelve más y más nítido. Y más y más
apasionante.
La llamada del Kill Club o Dark places será una película dirigida
por Gilles Paquet-Brenner con Charlize Theron, Chloë Grace Moretz, Christina
Hendricks, Corey Stoll y Tye Sheridan.
Las tres novelas
tienen en común, protagonistas que arrastran infancias tenebrosas, padres
fallidos que apenas pueden con ellos y menos con los hijos, relaciones altamente
nocivas, y sobras de una inocencia cercenada, agonizante, pero no del todo
perdida.
Confieso que las leí en inglés. Sé que se consiguen en
su librería amiga traducidas al español, aunque mucho me temo que al español de
España o sea con “gilipolleces”, “coños”, “majos”, “chulas” y “a tomar por el
culo”. Creo que uno ya debería mandar a tomar por el culo a la putísima
megafusión editorial globalizada. (Con el debido respeto a putas y culos por
verse usados como metáfora de semejante bosta).