Comienzo a leer el reportaje que Marcelo Stilletano le hace a
Colin Farrell con motivo del estreno del nuevo Vengador del futuro y me llevo una sorpresa:
CANCUN.- Lejos por un
rato del protocolo y las formalidades impuestas por los estudios de Hollywood
para la promoción de sus producciones más ambiciosas, Colin Farrell se relaja
luego de un chapuzón en el mar Caribe. Está solo, bebiendo un trago, en uno de
los bares al aire libre del lujoso hotel al que llegó para hablar con la prensa
internacional de su nuevo film, la remake de un clásico moderno de la ciencia
ficción. Detrás del saludo cortés, el apretón de manos y la breve charla que
sellan el circunstancial encuentro en ese lugar, el actor irlandés deja ver su
inconfundible semblante, en el que se mezclan una sincera e intensa
expresividad y cierta reservada introversión.
Hasta que en un momento
ese matiz de agobio que no es difícil descubrir en su mirada se transforma en
satisfacción y felicidad cuando menciona a Juan José Campanella. "Usted es
compatriota de un hombre sublime -dice sonriente, cargando de entusiasmo sus palabras-.
El secreto de sus
ojos es una película maravillosa, que me
tocó profundamente el corazón. Juan nos demostró allí que también puede haber
belleza en una historia triste y con personajes marcados por el
arrepentimiento."
Colin Farrell siempre me cayó bien. No por ser un actor
inquieto. Eso es muy intelectual. La simpatía es más primitiva. Qué se yo
porque me cae bien, pero me cae bien. Y con este brote de entusiasmo hacia una
película que quiero mucho me cae mejor. Porque descubro que pertenece a mi
club. Al club de los que aman el cine. ¿Por qué no habría de hacerlo?, se
preguntarán ustedes, es una estrella de cine. Se caerían de espaldas ante la
cantidad de actores, directores, escritores, productores que odian el cine,
aunque vivan de él. Consideran que la vida los empujó a ese rincón como a otros
empuja a reponer mercaderías en las góndolas de un supermercado o a cobrar en
las garitas del peaje. Y el glamur o las
ventajas de trabajar en el cine mitigan poco su renuencia a estar en un lugar
en el que preferirían no estar. Créanlo o no, es así. Pero Colin con esta
declaración de amor hacia El secreto de
sus ojos revela un apasionamiento por el cine a secas que comparto. Ah, ya
sé por qué me cae bien. Porque cuando frunce el seño, las cejas hacen el techo
a dos aguas de las casitas que dibujaba en mi infancia. (Bah, que sigo
dibujando, mi impericia con el lápiz es suprema e imbatible).
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