lunes, 9 de enero de 2012
No somos ángeles
Es 27 o 28, en vacaciones los días carecen de importancia. El tiempo ya no tiene relojes. El clima de muérdagos y pinos nevados no se ha desvanecido del todo, ronda todavía el olor a sudor que dejó el gordo flatulento del Polo Norte, así que descorcho una sidra helada y decido hacer de todos modos el festival de filmes navideños. Comienzo con No somos ángeles (1955). Humphrey Bogart, Peter Ustinov y Aldo Ray son tres prisioneros de la Isla del Diablo que a principios del siglo XX escapan y recalan en un puerto cercano. Se ofrecen a arreglar el techo de una tienda y terminarán solucionando los problemas de la familia en Nochebuena y Navidad. Michael Curtiz, el director de Casablanca, no era la opción ideal para ocuparse de una comedia brillante de humor negro. Le impone un ritmo cansino que no saca el mejor provecho del argumento y que subraya demasiado que se basa en una obra de teatro. Pero el filme sigue vigente porque tiene situaciones deliciosamente armadas y un diálogo agudo y chispeante. No es novedad que Ustinov es un rey de la comedia. Aldo Ray hace buen uso de su corpachón y de su voz cavernosa. Bogart, feliz con el descubrimiento de su talento para la comedia que ya había probado en La burla del diablo (1953) de John Huston y en Sabrina (1954) de Billy Wilder, está magnífico. Y qué más se puede pedir que un Bogart feliz. Hay, sin embargo, un regalo adicional, una bella canción de Frederick Hollander. Como corresponde, termino con una sonrisa grande y con ojos llorosos de carcajadas.
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Peter haciendo de defensor de Basil Rathbone es uno de los mejores recuerdos que guardo de mi infancia. Tantas veces lo ví haciendo esto y haciendo de Nerón que me terminé dando cuenta de que era un genio. Y recuerdo también que mi hermano y yo, cada vez que la daban, nos poníamos a verla como si fuera la primera vez. Es cierto, tal vez no sea perfecta, pero entedíamos cada frase aguda aún pese a las maldades del doblaje.
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