Aunque el tiempo dejó a la canción ranchera El rey al borde de la incorrección política (por eso del sexismo) y de la insania mental (por aquello de no tener trono pero ser rey) sigo disfrutando de esta aserción de la masculinidad como el primer día que la conocí. Fue en los tempranos días de la infancia cuando todo es más en tecnicolor que nunca y me deslumbró al instante. Y como a toda cosa de adultos que uno aprende en la niñez, no la terminé de comprender hasta años después. Fue entonces cuando decidí que fuera una de las canciones de mi vida y tuve que buscarla, porque ya no estaba de moda, y no cejé hasta que la encontré en una cassette de estación (los chicos se ríen con sorna cuando uno les dice que en la era pre-internet había que trajinar y transitar para conseguir cosas) Y valoré el reencuentro como solo se valora la recuperación de un sabor perdido de la infancia. Así que espolvoreo azúcar sobre la manteca derretida en la tostada, apuro un trago de mate cosido con leche y como no tengo deberes y quizá me dejen ir a La banda en bicicleta, sigo siendo el rey
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