Los que hayan pasado por esta página alguna vez saben que me enloquecen las canciones cuyas letras las convierten prácticamente en un monólogo hecho y derecho. Y si estaban en inglés, las he traducido para que todos puedan disfrutarlas. Esta vez no tendré necesidad de hacerlo porque se trata de un texto del gran Enrique Cadícamo, uno de los poetas del tango (la música es del maestro Juan Carlos Cobián), se llama Hambre y es de 1932. Puede que algún que otro término en lunfardo deban buscarlo en un diccionario, pero no será mella para esquivar el banquete. A disfrutar se ha dicho.
Andá a hacerle el cuento a otra, que conmigo has terminado.
¿Qué te crees, que porque aguanto estoy en liquidación?
Voy a darte vacaciones por tiempo indeterminado,
pa’ que otra vez no confundas gordura con hinchazón.
Ya me tenés requeteharta con tanto grupo en almíbar,
me has hecho bajar seis kilos de un solo saque, ¡traidor!
Vos me hacés ver la comida con catalejo'e marina
y después andas diciendo que estoy flaca por amor.
Che, fresco de Goya,
rey del apoliyo,
sacudí el altillo
y andá a trabajar.
Laburá de guarda,
hacete pequero,
chafe, pistolero,
o mozo de bar.
¡Basta de vigilias,
se acabó el aguante!
¡Perdona el espiante
yo quiero vivir!
No ves que parezco
un cacho de alambre,
que te aguante el hambre
la mujer fakir.
Tu tranquilidad pasmosa es lo que más me subleva,
vos no te hacés mala sangre de campanear como voy.
Me tenés en el trapecio de la vida haciendo pruebas,
¿soy tu mujer, soy un bulto? Al final, ¿qué es lo que soy?
No quiero correr más liebres, mi independencia ha llegado.
Te dejo un ramo de olivos y que seas muy feliz.
No vaya a ser todavía que por quedarme a tu lado,
de ayunar tan a menudo se me piante hasta el chasis
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