sábado, 26 de noviembre de 2011

Quinteto


Como tenía una pinta que rajaba las veredas, pudo haber sido el chico lindo de las películas. Pero no. Siempre que pudo, encarnó el fracaso del Sueño Americano, que se volvía más punzante porque tenía una pinta que rajaba las veredas. Subrayaba que la belleza no te abría puertas ni te garantizaba el éxito en una sociedad individualista, para nada solidaria y miserablemente prepotente. Como tenía una pinta que rajaba las veredas, pudo haber sido el rubio ganador al que se le daba todo. Pero eligió ser como nosotros: un perdedor. A secas. Por eso lo amamos. Porque su pinta que rajaba las veredas jamás nos amenazó ni nos insultó. Y si existe el Paraiso, y accedemos, no tocaremos el arpa o la lira en una nube. No. Nos emborracharemos con cerveza o whisky en un patio trasero en noches de buena luna con nuestro amigo Paul Newman, el único de la barra con una pinta que rajaba las veredas.

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