Soy un espectador
quisquilloso como el que más. Pero antes de que no me inviten más a un estreno
o que no vuelvan a recomendarme más nada, aseguro que tengo otras ventajas para
compensar. Tengo gustos muy definidos (sobre todo para lo que no disfruto para nada,
el género de terror, por ejemplo, o los novelones de educación sentimental y
todos sus derivados), pero si me insisten sobre alguna virtud de los mismos y
me dan tiempo a prepararme, podría llegar a apreciarlos.
Sin embargo, el
máximo beneficio que ofrezco es ser paciente incluso donde la mayoría ya se ha
hartado y desechado lo que comenzó a ver con expectativas. Algo puede no
atraerme de entrada, pero procuro decodificar qué intentan contar, qué
herramientas están usando, y aunque no se perfilen para el lado de mis preferencias
temáticas y estéticas, si logro la decodificación, me quedo hasta el final y
aprecio el proyecto.
Así mismo si algo no
se corresponde para nada con mis apetencias temáticas y estéticas, logro la
decodificación, pero no estoy de ánimo para adentrarme más, planto bandera,
digo esto no es para mí y sigo con otra cosa.
Evito los disgustos,
las malas experiencias y los enojos infructuosos, uno nunca sabe. Puede que,
simplemente, no sea mi momento de acceder a eso que se me cuenta, aunque puede que
en otro momento en que me halle más permeable, sí.
Me ha pasado forzarme
a ver algo que terminé odiando. Me ha pasado también ver algo que comenzó a
disgustarme, dejar de verlo y retomarlo más adelante para mi entero beneplácito.
Nuestros humores ante
lo que vemos pueden ser tan inescrutables como los designios divinos. Lo mismo
que los momentos y los accesos para acceder a algo que termina por encantarnos.
Esta perorata tiene
un sentido. Hace unos pocos años cuando estrenaron en Netflix Dix pour cent, me recomendaron que no me
la perdiera, porque era muy buena y era sobre actores, uno de mis temas
favoritos. Vi el primer episodio, y dije, contra todo pronóstico, y para
sorpresa de quien me la recomendaba: Gracias, no es para mí. Esta creación de
Fanny Herrero no me atrapó, era obviamente muy buena, una comedia amarga
claramente lograda, pero su marcada francesidad acaso, me dejaba fuera.
El tiempo pasó y los
ingleses probaron hacer su versión que ahora estrena Prime Video en ocho
episodios, de la que ojalá sea su primera y no única temporada. ¿Qué me
atrapaba esta vez? El tráiler era seductor, con música alegre, y se veía a
Kelly Macdonald, una de mis favoritas, y a las buenas de Helana Bonham Carter,
Olivia Williams entre otras participaciones rutilantes, recuperaba a Jack
Davenport, que me cae muy bien y que en estos últimos tiempos andaba en
proyectos con los que no me había cruzado, más Jim Broadbent, que siempre es un
placer verlo.
Vi el primer episodio
y me gustó mucho, mucho. Tanto que inmediatamente volví a ver en Netflix el uno
de la versión francesa.
La acción transcurre
en una agencia de representación de actores, escritores, directores
relacionados con el cine y la televisión principalmente. Y de movida se nota
que a la hora del estrellato, la gente de la agencia es tan estrella como sus
representados. Primer elemento de humor. Ya se sabe, las veleidades, los
caprichos, los desplantes de las grandes estrellas ocultan inseguridades, dudas,
resquemores. Los actores son seres extraños, duros y frágiles a la vez. Duros
porque se ganan la vida poniendo el cuerpo, y frágiles precisamente por lo
mismo.
En el primer
episodio, tanto en el original francés como en la reelaboración ingresa, una
actriz debe asumir el paso del tiempo, una de las peores transiciones para una
figura. En la francesa es Cécile de France y en la inglesa, Kelly Macdonald.
El segundo episodio
se centra en que dos actrices son convocadas para el mismo papel, en la inglesa
son Helena Bonham Carter y Olivia Williams y en la francesa, Line Renaud y Françoise
Fabian.
Por supuesto, en cada
episodio al margen del problema con los astros invitados, se ventilan,
desarrollan, crecen los conflictos entre los distintos miembros del staff de la
agencia.
De la serie original
francesa, que está en Netflix, hay 24 episodios comprendidos en 4 temporadas.
En la reelaboración inglesa que está en Prme Video hay solo 8. O sea que si
sigo viendo primero uno y después otro, hasta el 8 tengo para comparar, después
solo tendré la original.
La inglesa no es una copia fiel, por suerte, son muchos los cambios implementados, lo que acrecienta el placer de compararlas. Si gustan de comedias sutiles, refinadas, inteligentes, no se las pierdan. Juntas, separadas, una detrás de la otra, garantizan entretenimiento de primera.
Gustavo Monteros
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