Hace un tiempo, en
otro día de la madre, por hacerme el gracioso en Facebook, dije que la mejor
madre de todas las del cine era la de Forrest
Gump, más que nada por los favores sexuales que le hace al director para
que su pequeño hijo sea aceptado en la escuela. Este año para una actividad
especial que me pidieron en una escuela, decidí que viéramos con los alumnos
esa inolvidable película de Robert Zemeckis. Antes la reví por mi cuenta para
determinar los puntos del debate y caí en cuenta la magnitud de la grandeza de
esa madre. Con palabras simples, lo provee de una filosofía que hará que
Forrest nunca se sienta una víctima y que fortalezca su autoestima. Repasemos
sus dichos.
Primero el más
famoso: “La
vida es como una caja de bombones, nunca se sabe el que te va a tocar”.
Después, cuando le ponen en las piernas los aparatos
ortopédicos, le dirá: “Por supuesto que todos somos diferentes, Forrest, si Dios
hubiese querido que fuéramos iguales, nos habría puesto a todos aparatos en las
piernas”.
Le enseña que cada vez alguien quiera tratarlo como
tonto, conteste: “Tonto es el que hace tonterías”.
Y en el diálogo final le dirá: “Me estoy muriendo (…)
porque me llegó la hora (…) pero no tengas miedo. La muerte es parte de la
vida. Es algo que nos pasa a todos (…) Tienes que hacer lo mejor con lo que
Dios te ha dado.
La madre de Forrest Gump es lo que es porque la hizo
Sally Field. Siempre le agradeceremos que haya invertido en ella su talento, y
que no haya caído en la tentación de la vanidad. Sally solo tiene 10 años más
que Tom Hanks, y en la película anterior que habían hecho juntos, Punchline (David Seltzer, 1988) por aquí
conocida como La última carcajada,
ella hacía de una ama de casa que requería de la ayuda de un exestudiante de
Medicina devenido cómico de stand-up, no en su mejor momento, el bueno de Tom,
para que la ayude a ser una buena comediante de esa disciplina. Si bien llegaban
solo a ser amigos, había por abajo un romance latente. Y tan solo 6 años
después tenía que pasar de ser un casi interés romántico a madre de su
excompañero, algo que una más que entendible vanidad pudo haber boicoteado. Si
es duro para los hombres correrse del lugar de galán-protagonista a padre o tío
del protagonista, para las mujeres lo es incluso peor.
Cerca de su final, el personaje dice que su destino fue
haber sido madre de Forrest. Algo que cumple con inmensidad. Sally también. Por
su propio bien, nuestro beneplácito y la gloria del cine.
Gustavo Monteros
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