jueves, 24 de noviembre de 2011

No sé ustedes



No sé ustedes, pero yo cuando estoy tan cansado como ahora me pongo voluble (sí, boludo también). Puedo pasar de la furia al llanto, una media sonrisa puede lastimarme y una traición no moverme ni una ceja. Mi apreciación de la realidad se distorsiona a niveles de una absurdidad inabarcable. Me acuesto sombrío y lento. Duermo poco y agitado. Sueño feo y mal. Me despierto pronto y peor. Vivo para el último minuto de la clase, el último punto de la traducción. Para ese recreo mísero en el que puedo ser por un ratito el vago irresponsable que en verdad soy. Con nadie puedo sincerarme. La mascarada es completa, todos me creen trabajador y feliz. Me obsesiono porque el año laboral termine de una vez, pero hasta contar los días que faltan lo hace más largo. Nada me consuela. Nada. Ni que el perrito tome mis pies como almohada. Pero cuando el desaliento es más profundo, me roza el ala del ángel de la vida y vislumbro por un segundo la llegada eventual y tardía de ese tiempo mágico en que mi única preocupación es decidir si dormir o no la siesta...

Ilustración: Un Michael Caine agotado descansa como puede antes que lo llamen a filmar otra vez. Si Michael Caine puede, quizá yo también...

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