Dejé de ver las entregas de premios porque me
aburrían. Las películas nominadas puede que me gustaran, pero no me apasionaban.
La mayoría de ellas, para darme la razón, resisten mal el paso del tiempo.
Este año quizá revea la voluntad de no ver la
entrega de los Óscars, más que nada porque será atípica con cuatro sedes en
tres ciudades (Los Ángeles, Londres y París). La pandemia ha convulsionado
hasta estas tradiciones conservadoras. Tal vez este esfuerzo de logística haga
la entrega más rígida que otras veces o tal vez no, quien sabe quizá surjan
errores involuntarios o inesperados que se vuelven gags.
Como sea, estoy casi decidido a verla. Cuando
las veía, cuando todavía conservaban algún atractivo para mí, la entrega que
más me intrigaba era la de los premios laterales, sobre los que no sabía nada o
muy poco: documentales, los mediometrajes, y a veces los cortos de animación.
Prestaba especial atención a la presentación
de estos premios y algunos me atraían lo suficiente como para buscar donde
poder verlos o bajarlos. Muchas veces la búsqueda se volvía infructuosa y el
interés se perdía en el olvido.
Esto ha cambiado, con tanta plataforma de
streaming, a casi todos los títulos nominados se los halla con facilidad.
Incluso a los cortometrajes.
En Netflix puede
verse Two Distant Strangers y en
YouTube, Feeling Through.
En los viejos tiempos cuando presentaban esta
categoría, lo que me llamaba la atención es que fueran casi siempre sobre
experiencias humanas ejemplares, no en el sentido de “a imitar”, sino en el de
“sacar una lección, un aprendizaje o una moraleja”.
La ficción puede cargar con esa intención,
aunque se distingue más, gracias a Dios, por divertir o entretener (cuando
viene para el lado de la emoción, puede incurrir en querer asentarnos una
lección de vida, un sermón o un mantra de autoayuda.)
Si alguien me lee con atención, podría estar
analizando hallarse ante una contradicción. Si me disgusta que me den
lecciones, como puedo estar añorando piezas que se dedican precisamente a eso.
Yo no veo contradicción, por la sinceridad de las intenciones.
Si uno va a misa, habrá un sermón. Es parte
de la ceremonia, y ya que uno está ahí, no queda más remedio que escucharlo y
uno puede hallarlo desde abominable hasta iluminador, de acuerdo a cómo se haga
y nuestra predisposición a no aprovechar para dormirnos.
En cambio cuando uno ve una película, espera
muchas cosas, pero un sermón, una lección de vida, no está entre las primeras.
Feeling
through es una advertencia sobre las conveniencias
de la solidaridad. Dar es mejor que no dar, nos hace sentir mejor y si
prestamos atención surge con más naturalidad que resistirse a ayudar.
Un adolescente negro va a jugar con flippers
y otras antiguallas con unos amigos, arregla una cita por mensajes con una
amiga, novia o amigovia y cuando está con el teléfono es interrumpido por un
cieguito que le pide una moneda.
Se lo saca de encima con vehemencia y al
ratito se topa con alguien que lleva un cartel y que obviamente necesita ayuda.
Es un sordo mudo también ciego al que le cuelga un cartel que explica su condición
y cuál es la mejor manera de comunicarse con él y que en las manos lleva un
anotador que tiene atada una lapicera con los que hace pedidos inmediatos,
ahora pide por ejemplo que le indiquen la parada más cercana a un bus que lo
lleve a tal dirección.
Obviamente, nuestro adolescente negro ayudará
a este hombre impedido (detalles en los que no ahondaré, porque son el nudo y
la razón de ser del corto) y el chico cuando se vuelva a cruzar con el cieguito
del principio le dejará más que una moneda.
La nominación no es injustificada, la cosa
está resuelta con eficiencia y sensibilidad y no sorprende que entre los que
integran la producción esté Marlee Matlin.
Feeling
Through (2020) fue escrita y dirigida por Doug
Roland con los protagónicos de Steven Prescod y Robert Tarango.
Two
Distant Strangers (2020) también se centra en
dos protagonistas masculinos, pero aquí la sinrazón es el eje.
De un lado un joven negro triunfador, del
otro un policía de gatillo fácil y en el medio algo más que el fantasma de George
Floyd y su trágico destino.
Es una pieza didáctica altamente entretenida.
Es como que El día de la marmota se
codea con Bertold Brecht.
Y no cuento más para la disfruten
descubriendo sus secretos, porque por más pedagógica y con moraleja que venga,
no baja línea, no subraya, no resalta con marcador, sino que deja que uno
recapacite o que piense por su cuenta.
El final es debidamente conmovedor. Se puede
ver en Netflix y dura apenas media hora. No se lo pierdan.
Two
Distant Strangers fue dirigida por Trevor
Free y Martin Desmond Roe con guión del primero y los protagónicos de Joey
Bada$$, Andrew Howard y Zaria.
Gustavo Monteros