El cinéfilo siempre tiene algo para ver.
Aquel film que al final no llegó a ver. Aquel otro que siempre lo elude. Aquel
que le falta para completar la filmografía de tal o cual director que le
interesa en particular.
O como en mi caso, aquel film que cree que no
ha visto y en realidad sí. Nada más caprichoso que la memoria que hace sus
malabares a su antojo y que deja caer los objetos que tiene en el aire cuando
menos se espera. En esto de no recordar cosas que se han visto, contribuye
también y no poco la obsesión. Para el no cinéfilo no haber visto el cuarto
Fellini, lo tiene muy sin cuidado, sigue su vida sin alteraciones y si
despierta en medio de la noche, el recuerdo de no haber visto el cuarto Fellini
no figura ni remotamente en lo que puede desvelarlo. Pero el cinéfilo es un
desequilibrado y cualquier ocasión es buena para pasar revista de lo que le
falta ver. A veces las hadas del azar lo premian y ponen el cuarto Fellini en
su camino. El cinéfilo que soy lo ve, pero no le hace mella porque es un film
menor que se olvida fácil (Esto del cuarto Fellini es a título de ejemplo,
recalco porque en realidad el cuarto Fellini es un episodio de Amor en la ciudad (L’amore in città, 1953) titulado Agenzia matrimoniale, en este film ómnibus, hay también cortos o
medio metrajes de Michelangelo Antonioni, Alberto Lattuada, Carlo Lizzari,
Francesco Maselli, Dino Risi y Cesare Zavattini y ¡no recuerdo haberlo visto!)
Retomo, a lo que voy es que el cinéfilo, yo en este caso, he visto el cuarto
Fellini, pero no hay registro indeleble en la memoria. De ahí que pasado el
tiempo e innumerables filmes después, a la primera noche desvelada vuelva a
aparecer en la lista de los filmes no vistos, el bendito cuarto Fellini. La
obsesión se impone porque es más dulce recordar no haberlo visto que rememorar
el desencanto que significó.
En los tiempos del auge del videocassette vi Apartment zero (Martin Donovan, 1988) y
por motivos que no me conviene indagar o profundizar lo olvidé. Aquí se la
rebautizó Conviviendo con la muerte y
fue duramente criticada en el momento de su estreno. Sin embargo, espectadores
fieles (o más fieles que yo al menos) no la olvidaron y lograron vencer al
tiempo y la desmemoria abrevando en sus particularidades y no en sus supuestos
despropósitos. La crítica corta todo con la misma tijera, y a menos que el film
que ve lo tome del cuello y lo obligue a reconocer sus particularidades, el
pobre crítico miope semanal emite su juicio según los principios
predeterminados que maneja.
En el caso de Apartment Zero, un thriller de autor, primera curiosidad, se lo
desestimó por no cumplir con las puntos básicos de lo que debe ser un thriller.
La acción transcurre en Buenos Aires en 1986 u 87. Adrian LeDuc (un jovencísimo
Colin Firth, el hombre nació en 1960) es un cinéfilo (¡!) que regentea un cine
arte de barrio o periférico por lo que se ve (otra curiosidad a tener en cuenta).
No es su principal fuente de ingresos, menos mal porque los espectadores de
cada función se cuentan con los dedos de una mano. Es dueño también de un
edificio señorial en franco deterioro. Un ex palacio o petit hotel transformado
en casa de departamentos. En la planta baja, quizá portería, está una pareja
mayor, el señor Palma (Miguel Ligero) y la Sra. Treniev (Cipe Lincovsky) que
uno sospecha que es ex actriz porque siempre va vestida como para el escenario.
En los pisos superiores se reparten dos ancianas inglesas náufragas, las
hermanas McKinney, Margaret (Dora Bryan) y Mary Louise (Liz Smith), una vino a
casarse, la otra a acompañarla, la casamentera se casó, pero enviudó al poco
tiempo y por motivos que no se develan, ya no regresaron a su patria de origen.
Un matrimonio italiano, a pesar de su apellido (Warpachowsky) Laura (Mirella
D’Angelo) y Alberto (Juan Vitali). La ambigua Vanessa (James Telfer). Y last
but not least, un argentino de pura cepa, Carlos Sánchez Verne, interpretado
por el italianísmo Fabrizio Bentivoglio de unos treinta años por entonces, en
pleno apogeo de su galanura, el hombre se convertiría en un actor de fuste con
los años y la pérdida consecuente de su donosura. A este personaje le gustan
las mujeres tanto como respirar, pero si le son esquivas, no anda con pruritos
si otro hombre se ofrece a poblar por una noche su amplia cama.
Adrian (el joven Colin Firth, que
por convertirse después en superestrella contribuyó a que este film fuera de
culto) es lo que llamamos brutalmente un “aparato”. Tiene solo una amiga,
Claudia (Francesca d’Aloja) víctima directa o indirecta, no queda del todo
claro, de la dictadura militar que asoló la Argentina entre 1976 y 1983 y su
madre (Elvia Andreoli, que debió haberlo tenido en otra vida, porque la señora
había nacido en 1950) está internada en una clínica psiquiátrica con lo que
parece un Alzheimer incipiente que se vuelve pronto galopante. Por los gastos
que la internación le ocasiona y para fortalecer sus ingresos y de paso mitigar
su aislamiento, Adrian decide alquilar el cuarto que su madre dejó libre.
De entre los singulares aspirantes
que se presentan opta por Jack Carney (Hart Bochner) por dos motivos
principales, es yanqui (a Adrian le gusta hablar en inglés a pesar de ser
argentino porque se crió y estudió en Inglaterra mientras vivió su padre, un
diplomático de carrera) y porque es más de buen ver que las cataratas del
Uguazú y Adrian, aunque no lo sepa o no lo quera admitir, es más gay que el
David de Buonarotti.
Jack usufructuará la latente
homosexualidad de Adrian y se congraciará de un modo u otro con todos los otros
inquilinos del joven. Detrás, en el trasfondo primero, más en primer plano
después, hay un asesino en serie que acumula víctimas de ambos sexos. ¿Se
tratará del misterioso Jack o del reprimido Adrian?
El director Martin Donovan es
argentino. Su verdadero nombre es Carlos Enrique Varela y Peralta Ramos y sí,
su tatarabuelo fue Patricio Peralta Ramos, el fundador de Mar del Plata. De
adolescente viajó a Europa y ya no volvió. Trabajo como asistente de Luchino
Visconti e integró una compañía teatral en Inglaterra y en cine colaboró
también con los directores Peter Brook, John Schelesinger y Vittorio De Sica.
Apartment Zero es su
segunda película y hasta la fecha la más destacada de su carrera como director.
Se rodó por completo en la ciudad de Buenos Aires y su resolución dialoga con La historia oficial (Luis Puenzo, 1985).
En ambos filmes la dictadura es un pasado ominoso que repercute trágicamente en
el presente, ojo la película de Donovan ni por asomo se acerca a las honduras
de la de Puenzo, en realidad su referencia a lo que se llamó la “mano de obra
desocupada” la acerca más a En retirada
(Juan Carlos Desanzo, 1984)
Este Apartment Zero que como dijimos fue vilipendiado en su estreno al
ser redescubierta fue emparentada con trabajos de Joseph Losey (por ejemplo, The servant / El sirviente, 1963) o de Roman Polasnki (en especial Repulsión, 1965, o Le locataire / El inquilino,
1976) Pero para nosotros por esto de encierros en ambientes señoriales
decadentes que circundan un despeñamiento en la locura nos remite a algunos
títulos emblemáticos de la dupla Beatriz Guido (guionista) Leopoldo Torre
Nilsson (director) en especial La casa
del ángel, 1957, La caída, 1959, La mano en la trampa, 1961 o Piedra libre, 1976.
En el elenco completo se hallan
nombres que alcanzarían fama, están en pequeños roles que van de ser
prácticamente extras (Germán Palacios, Luis Romero, Inés Estévez) a personajes
de alguna relevancia (Max Berliner, Gabriel Corrado, Federico D’Elía) Y se
agradece la inclusión de Marikena Monti que en buena forma hace un Cambalache
destacable.
La siguiente película que hará Colin
Firth (Valmont, Milos Forman, 1989)
será el primer sólido peldaño que cimentará su proyección mundial.
Quién sabe si Apartment Zero hubiera sido rescatada sin su participación en el
protagónico, aunque dicen que es sin duda el mejor trabajo de su
coprotagonista, Hart Bochner, galán fotogénico al que según parece, no lo
conozco mucho, nunca le pidieron más que su apostura y profesionalidad.
Ahora bien, ¿por qué esta película
fue rescatada? Porque tiene un código propio, una extrañeza inherente, todos
los personajes y las situaciones en las que están inmersos están corridos de lo
que se considera “real” o “creíble”, sin embargo las caracterizaciones y sus
accionares van adquiriendo una “lógica” que remite a lo que aceptamos como
thrillers psicológicos sin serlo del todo. Esa “rareza” hace que el film
respire en sus propios términos, acercándose a géneros catalogados sin
arraigarse o posicionarse del todo.
El director Donovan coescribió el
guión con David Koepp. Ambos algunos pocos años después habrían de escribir el
guión de Death becomes her / La muerte le sienta bien (Robert
Zemeckis, 1992), reaseguro de ganarse un lugar en la historia del cine. Si no
se los da Apartment Zero, el film de
Zemeckis con Meryl, Bruce y Goldie se los garantiza con firmeza.
Gustavo Monteros
Apartment Zero puede verse en YouTube