Hampstead (Joel
Hopkins, 2017) y Hope Gap (William
Nicholson, 2017) tienen varias cosas en común. Para empezar sus títulos
refieren a lugares existentes. Son películas inglesas protagonizadas por
estrellas estadounidenses, circunscriptas a un ambiente inglés con actores
británicos de coprotagonistas. Y las dos son comedías dramáticas con el duelo
de una pérdida en segundo y primer plano respectivamente.
En Hampstead, Diane Keaton es Emily, una viuda reciente que lidia como
puede con un presente lleno de deudas y la aceptación de la infidelidad de su
marido muerto, circunstancia de la que se enteró precisamente al acceder a su
viudez. La causalidad la llevará a toparse con Donald (Brendan Gleeson) un
hombre que vive “ecológicamente” en una especie de reserva natural que fue en
algún momento los jardines de un hospital, al que quieren erradicar para erigir
un edificio de lujosos departamentos como en el que vive Emily.
Diane Keaton, se sabe, es delicia
pura. Esta vez por suerte no la matan de un cáncer como acostumbran en varias
películas suyas recientes sino que le dan la chance de recomenzar o más bien
comenzar, porque la pobre fue de un mandato social a otro sin llegar a
preguntarse nunca qué es lo que quiere o pretende de su vida. Y Brendan
Gleeson, se sabe, es un grandulón agresivo o quejoso según el film que le
toque. Aquí es un ermitaño al que no le queda más remedio que enfrentar la
sociedad a la que lleva años esquivando. La diferencia física entre ambos
protagonistas es notoria y el director la explota con acierto en una escena
inolvidable. Van a ver por primera vez a un abogado que puede ocuparse de la
situación de Donald y ahí están en una callecita, Donald grandote pero inseguro
y Emily frágil pero decidida. Pocas veces físicos tan contrastantes se
revistieron de características tan opuestas a sus complexiones. Y hay otra
escena de una ternura e intimidad altamente poética que se logra con algo
mínimo. Donald y Emily van en el ómnibus sentados en un asiento doble, Donald
lo ocupa casi por completo, a Emily no le queda más remedio que rozarlo al
ubicarse y saca su mano del brazo de Donald con premura, pero Donald toma la
mano de Emily y la coloca sobre su brazo. Son solo unos segundos que cuentan
más que dos tomos de guión y que se quedan a vivir en uno.
En Hope Gap Grace (Annette Bening) y Edward (Bill Nighy) son un
matrimonio de años con un hijo veinteañero, Jamie (Josh O’Connor, recordado
como el joven príncipe Carlos en la temporada 3 de The Crown). Grace prefiere teorizar precisiones sobre su matrimonio
mientras que a él le gusta callar. Quizás ella intuye que algo decisivo está
por suceder. Y sucede nomás, Edward toma su valija y se va. Para Grace la
separación es devastadora e inadmisible. Como buena católica practicante el
divorcio no existe y jamás se planteó la posibilidad. El duelo es terrible y
los llevará a los tres a una deslumbrante sabiduría. El guión que es del mismo
director, William Nicholson, es punzante, doloroso, lacerante, a la vez que
fluido, elocuente y brillante. Me sorprendió gratamente.
Dos películas muy atendibles. Hampstead es más amable y fácil de
seguir. Hope Gap es más ardua pero
recompensa. Diane Keaton y Annette Bening son dos actrices prodigiosas, Brendan
Gleeson y Bill Nighy no les van a la zaga. En Hampstead, la gran Lesley Manville se hace notar y James Norton
como hijo de Keaton se luce menos que Josh O’Connor al que le toca un rol más
lucido como hijo de Bening.
Para hacerse un hermoso programa
doble.
Gustavo Monteros