domingo, 31 de mayo de 2020

Matiné 02 - Morituri


Según parece el título fue su maldición, la razón que atribuyeron para su escaso a nulo éxito. Morituri, sale de “Ave, Cesar, morituri te salutant” (“Salve, César, los que van a morir te saludan”, frase latina citada por Suetonio en Vida de los doce Césares. Parece que la decían los delincuentes que morirían (o no) como gladiadores en simulaciones de batallas navales en el Lago Fucino en el año 52 D. C. ante el emperador Claudio.



A poco de estrenada, le cambiaron el nombre a El saboteador, nombre en código Morituri, pero no pudieron desviar la tendencia del público a no querer verla o a no sentirse atraído por ella. Una pena porque no era una mala película. Debe ser por eso que la televisión de mi infancia la daba tanto, el fracaso debió devaluarla y se volvió barata.



La dirigió el actor / director Bernhard Wicki, que como director había saltado a la fama internacional con su segunda película, Die Brücle (El puente, 1959) alegato antibélico que contaba como sobre el final de la guerra los alemanes comenzaron a reclutar niños para fortalecer sus ejércitos. Obtuvo una nominación para el Óscar como mejor película extranjera.


El año anterior a la realización de Morituri, Wicki había hecho con actores no alemanes (Ingrid Bergman, Anthony Quinn) La visita (1964)  versión de la obra de Friedrich Dürrenmtt La visita de la anciana dama.


El guión de Morituri basado en una novela de Werner Jörg Lüddecke engrosaba la tendencia en boga por entonces de ver el conflicto bélico desde la óptica alemana (en breve me referiré en este blog a Bajo diez banderas (Sotto dieci bandiere, Duilio Coletti, 1960) que ilustra o inaugura la tendencia )


Robert Crain (Marlon Brando) un pacifista alemán experto en arte refugiado en la India, es coaccionado por un integrante del Servicio de Inteligencia Británica, el coronel Slatter (el siempre ubicuo y omnipresente, para bendición de los espectadores, Trevor Howard) a subirse a un barco de carga alemán haciéndose pasar por un oficial de la SS.


El barco, comandado por el capitán Mueller (Yul Brynner), lleva caucho, insumo que los alemanes necesitaban y que a la vez era también muy valioso para los enemigos. Ante el peligro de caer en manos enemigas, Mueller debe hundir el barco. La misión de Crain es la opuesta, desactivar las cargas que harían explotar el barco por los aires y entregarlo salvo a barcos aliados.


En el viaje veremos que la guerra ha erosionado los ideales de Mueller y que está más cerca de Crain de lo que podría creerse. De todos modos la cosa está complicada por la presencia del segundo a mando, Kruse (Martin Benrath) un nazi fanático.


En algún momento subirán prisioneros, náufragos de un carguero australiano, entre los que se encuentra Esther (Janet Margolin), una refugiada judía que dará cuenta de unos cuantos horrores sufridos.


La peripecia tendrá aventuras, sorpresas y mucho suspenso. Habrá diálogos inteligentes, caracterizaciones sólidas y situaciones adecuadamente tensas.


El elenco mezcla actores estadounidenses con alemanes, todos hablan en inglés y casi todos hacen de alemanes. Hay una tradición actoral estadounidense de hablar como en cocoliche (Dícese del modo de hablar propio de los inmigrantes italianos que llegaron al Río de la Plata a finales del siglo XIX y comienzos del XX, que se caracterizaba por la mezcla de palabras en su idioma nativo con otras en español con fuerte acento extranjero), es decir en inglés pero con la pronunciación y el acento del país que es oriundo el personaje. Los viejos tenemos un ejemplo claro, los antiguos documentales doblados de Jacques Cousteau lo hacían hablar así al oceanógrafo, o sea en español, pero con fuerte acento francés.  


De chico veíamos a Morituri doblada, claro, y todos hablaban igual, pero ahora al verla en idioma original, noto que Brando habla según la tradición, con acento, mientras que los demás hablan naturalmente, incluso los que son de origen alemán.


Para no burlarme del pobre Marlon hago de cuenta de que son todos de Berlín, menos el personaje de Brando que viene de,  ponele, Múnich. Algo así como que son todos bonaerenses, menos Marlon que habla como el Negro Álvarez, porque viene de Córdoba.


Confieso que el título (y la cita completa) se me pegó y lo usaba como cábala cada vez que me disponía a tomar un parcial o un final en la facultad y me sentía inseguro porque no había estudiado bien. “Morituri te salutant”, “Morituri te salutant”, repetía en un susurro a modo de plegaria. Me funcionó más que sí, que no no. Al menos me recibí.

Gustavo Monteros

sábado, 30 de mayo de 2020

Matiné 01 - Jaque Mate



Cuando volví a ver El expreso de Von Ryan (Mark Robson, 1965) para la recién inaugurada sección Trenes o Películas con trenes de http://cronicas-de-cine.blogspot.com/ me dieron ganas de revisitar otras películas que veía para la misma fecha en que vi la película con Sinatra o sea a mis 10 u 11 años.


La primera que se me ocurrió fue Jaque Mate (Counterpoint, Ralph Nelson, 1968). La acción transcurre en diciembre de 1944 en el frente belga. USO (United Service Organizations) ha enviado una orquesta sinfónica para entretenimiento de las tropas. Algunos generales del uniformado público se quejan de que otros puestos reciben a Marlene Dietrich y Bob Hope mientras que a ellos les toca un concierto clásico.


Un famoso director, Lionel Evans (Charlton Heston) conduce la orquesta. El concierto se interrumpe porque los alemanes han iniciado una contraofensiva para recuperar el terreno. Suben a los músicos a un double decker y los alejan de la zona de conflicto. No tardan en caer en territorio dominado por los alemanes.


Los bajan para ajusticiarlos según órdenes. Los salva la vehemencia de Heston, que no en vano fue Moisés y Ben Hur, que dice que no corresponde que los fusilen porque son civiles no combatientes. Los llevan, entonces, a un castillo que hace las veces de cuarteles generales. Ahora quiere pasarlos por las armas, un comandante de las SS, el coronel Arndt (Anton Diffing). Esta vez los salva la cultura del General a cargo, Schiller (Maximilian Schell) que no solo conoce a Evans sino que es su apreciativo seguidor.


Y ahí comienza la película que gira sobre dos ejes. Por un lado, el duelo de egos de los personajes de Heston y Schell (delicioso, sobre todo del lado de Schell, que degusta sus líneas como un sibarita) y por el otro lado, el encierro y la supervivencia de la orquesta.


Por supuesto hay una chica, chelista ella, que no en vano la cosa viene de orquestas, Annabelle Rice (Kathryn Hays) tironeada por el personaje de Heston, su expareja y por su actual pareja, el primer violín, Victor Rice (Leslie Nielsen). Ronda implícita la idea de que hay un trío en acción. Todo muy moderno. Sorprende hallar en estas películas de los años sesenta, súper ATP (aptas para todo público) entrelíneas tan “riesgosas”. Aunque no debería sorprendernos tanto, las películas siempre manejaron un metalenguaje adulto para diversión del que supiera descifrarlo. Si este metamensaje era casual o intencional está sujeto a debate.


La saga de La pistola desnuda cambió para siempre nuestra percepción de Leslie Nielsen, incluso en sus trabajos dramáticos anteriores como en este caso. Uno no puede dejar de esperar que remate con una sonrisa, una mueca o una expresión hilarante las escenas más terribles, como cuando ejerce violencia de género contra la pobre Barbra Streisand en Nuts (Me quieren volver loca, Martin Ritt, 1987)


Comenzaré una nueva sección para hablar de estas películas. La llamaré Matiné en el patético intento de recuperar el embeleso que me daban estas películas. El nombre de la sección responde a razones muy deducibles, por la edad me estaban vedadas las funciones nocturnas.

Gustavo Monteros