Según parece el título fue su maldición, la razón que atribuyeron para su escaso a nulo éxito. Morituri, sale de “Ave, Cesar, morituri te salutant” (“Salve, César, los que van a morir te saludan”, frase latina citada por Suetonio en Vida de los doce Césares. Parece que la decían los delincuentes que morirían (o no) como gladiadores en simulaciones de batallas navales en el Lago Fucino en el año 52 D. C. ante el emperador Claudio.
A poco de estrenada, le cambiaron el nombre a
El saboteador, nombre en código Morituri,
pero no pudieron desviar la tendencia del público a no querer verla o a no
sentirse atraído por ella. Una pena porque no era una mala película. Debe ser
por eso que la televisión de mi infancia la daba tanto, el fracaso debió
devaluarla y se volvió barata.
La dirigió el actor / director Bernhard
Wicki, que como director había saltado a la fama internacional con su segunda
película, Die Brücle (El puente, 1959) alegato antibélico que
contaba como sobre el final de la guerra los alemanes comenzaron a reclutar
niños para fortalecer sus ejércitos. Obtuvo una nominación para el Óscar como
mejor película extranjera.
El año anterior a la realización de Morituri, Wicki había hecho con actores
no alemanes (Ingrid Bergman, Anthony Quinn) La
visita (1964) versión de la obra de
Friedrich Dürrenmtt La visita de la
anciana dama.
El guión de Morituri basado en una novela de Werner Jörg Lüddecke engrosaba la
tendencia en boga por entonces de ver el conflicto bélico desde la óptica
alemana (en breve me referiré en este blog a Bajo diez banderas (Sotto
dieci bandiere, Duilio Coletti, 1960) que ilustra o inaugura la tendencia )
Robert Crain (Marlon Brando) un pacifista
alemán experto en arte refugiado en la India, es coaccionado por un integrante
del Servicio de Inteligencia Británica, el coronel Slatter (el siempre ubicuo y
omnipresente, para bendición de los espectadores, Trevor Howard) a subirse a un
barco de carga alemán haciéndose pasar por un oficial de la SS.
El barco, comandado por el capitán Mueller
(Yul Brynner), lleva caucho, insumo que los alemanes necesitaban y que a la vez
era también muy valioso para los enemigos. Ante el peligro de caer en manos
enemigas, Mueller debe hundir el barco. La misión de Crain es la opuesta, desactivar
las cargas que harían explotar el barco por los aires y entregarlo salvo a
barcos aliados.
En el viaje veremos que la guerra ha
erosionado los ideales de Mueller y que está más cerca de Crain de lo que
podría creerse. De todos modos la cosa está complicada por la presencia del
segundo a mando, Kruse (Martin Benrath) un nazi fanático.
En algún momento subirán prisioneros,
náufragos de un carguero australiano, entre los que se encuentra Esther (Janet
Margolin), una refugiada judía que dará cuenta de unos cuantos horrores
sufridos.
La peripecia tendrá aventuras, sorpresas y
mucho suspenso. Habrá diálogos inteligentes, caracterizaciones sólidas y
situaciones adecuadamente tensas.
El elenco mezcla actores estadounidenses con
alemanes, todos hablan en inglés y casi todos hacen de alemanes. Hay una
tradición actoral estadounidense de hablar como en cocoliche (Dícese del modo
de hablar propio de los inmigrantes italianos que llegaron al Río de la Plata a
finales del siglo XIX y comienzos del XX, que se caracterizaba por la mezcla de
palabras en su idioma nativo con otras en español con fuerte acento extranjero),
es decir en inglés pero con la pronunciación y el acento del país que es
oriundo el personaje. Los viejos tenemos un ejemplo claro, los antiguos
documentales doblados de Jacques Cousteau lo hacían hablar así al oceanógrafo,
o sea en español, pero con fuerte acento francés.
De chico veíamos a Morituri doblada, claro, y todos hablaban igual, pero ahora al verla
en idioma original, noto que Brando habla según la tradición, con acento,
mientras que los demás hablan naturalmente, incluso los que son de origen
alemán.
Para no burlarme del pobre Marlon hago de cuenta
de que son todos de Berlín, menos el personaje de Brando que viene de, ponele, Múnich. Algo así como que son todos
bonaerenses, menos Marlon que habla como el Negro Álvarez, porque viene de
Córdoba.
Confieso que el título (y la cita completa)
se me pegó y lo usaba como cábala cada vez que me disponía a tomar un parcial o
un final en la facultad y me sentía inseguro porque no había estudiado bien. “Morituri
te salutant”, “Morituri te salutant”, repetía en un susurro a modo de plegaria.
Me funcionó más que sí, que no no. Al menos me recibí.
Gustavo Monteros