jueves, 12 de febrero de 2015

La trans, el Valentín y que te garúe finito



Me gustaría que fuéramos más seguros, más independientes, más orgullosos de nosotros mismos, no tan propensos a comprar, casi sin ninguna resistencia, la primera pavada que nos quieran vender. Ya lloré por tantas cosas, lloraré por esta también.


La cosa se llama Transculturación y tiene esta definición según Santa Wikipedia: “El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, define a este término como: "Recepción por un pueblo o grupo social de formas de cultura procedentes de otro, que sustituyen de un modo más o menos completo a las propias". Por lo que se podría decir que la transculturación es un proceso gradual por el cual una cultura adopta rasgos de otra, hasta culminar en una aculturación.” Bien, ¿y qué corno es aculturación? Apretamos el link y obtenemos que: “Aculturación se refiere al resultado de un proceso en el cual una persona o un grupo de ellas adquieren una nueva cultura (o aspectos de la misma), generalmente a expensas de la cultura propia y de forma involuntaria.”


Por la fecha que habitamos, no se necesita tener una bola de cristal para saber que la herida me sangra por San Valentín, nueva instancia de nuestra transculturación que año tras año abrazamos con más fervor.


¿Y quién era el coso este, don Valentín? ¿Cómo llegó a santo? ¿Y por qué se lo celebra el 14 de febrero y no el 14 de mayo? Bah, para esta última pregunta, puedo deducir una respuesta casi infalible… Como venimos de la tradición judeo-cristiana, cha cha cha chan… es la fecha en que se fue a atender reclamos desde el Cielo… Nunca celebrar un cumpleaños, siempre conmemorar un deceso.


Volvamos a Wikipedia (esta vez resumiré y no transcribiré, más que nada porque la traducción es mala). Corría el siglo III, el emperador Claudio II comandaba el Imperio Romano. Claudio les prohibió el matrimonio a los hombres jóvenes porque los solteros hacían mejores soldados que los casados. En una parroquia de Roma, el cura Valentín (que todavía no era San) desafiaba al emperador y celebraba casamientos porque la prohibición le parecía injusta. Claudio hizo traer a Valentín a palacio. Valentín intento convertir a Claudio al cristianismo, pero no lo logró, en parte por culpa de la oposición del gobernador de Roma, Calpurnio. Claudio ordenó eventualmente que encarcelaran a Valentín. El carcelero Asterius puso a prueba la fe de Valentín y le pidió que le devolviera la vista a su hija, Julia, que había nacido ciega. Valentín hizo el milagro, y Asterius y su familia se convirtieron al cristianismo. A pesar de la presión de su popularidad, Valentín siguió preso y Claudio finalmente decretó que lo martirizaran y ejecutaran el 14 de febrero del año 270. Julia en agradecimiento a Valentín, ya en camino irreversible a la santidad, plantó un almendro de flores rosadas junto a su tumba. Y desde entonces el almendro es símbolo de amor y amistad duraderos.


Lleguemos entonces a la triste conclusión, (vuelo a citar a Wikipedia): “El día de san Valentín es una celebración tradicional de países anglosajones que se ha ido implantando en otros países a lo largo del siglo XX principalmente en la que las parejas de enamorados expresan su amor y cariño mutuamente. Se celebra el 14 de febrero, onomástico de san Valentín. En algunos países se conoce como día de los enamorados y en otros como el día del amor y la amistad.”


Lo que más me molesta de las transculturaciones instaladas o por instalarse es que no vienen de Japón, Rusia o Islandia, sino de Yanquilandia, de los States United, y se me hace que las adoptamos con fervor porque en el fondo queremos estar o vivir ¡¡¡en una película yanqui!!! Perdón, se me ocurren muchos lugares para estar o vivir y ni siquiera en el último lugar se me ocurriría ¡una película yanqui!


No importa, no es mi parecer el que está en discusión sino el de la mayoría. Ahora bien, veamos cómo festejan los “yanquis” San Valentín. (Le hago la pregunta a google y obtengo en mamalatina.about.com): “Poco después de terminar la Navidad y año nuevo, las tiendas se llenan de adornos, tarjetas de felicitación, flores y regalos de San Valentín. Los corazones abundan, tanto en establecimientos comerciales como en las escuelas. Todos se preparan para celebrar el 14 de febrero. (…) Mientras que en otros países se conoce como el día de los novios, o el día de los enamorados, en Estados Unidos, el día de San Valentín se celebra el amor pero también la amistad. (…) En las escuelas los niños escriben y reparten tarjetas de felicitación llamadas Valentine cards, así como dulces en forma de corazón. También hacen alguna manualidad para sus padres. (…) El día de San Valentín se ve a personas caminando por la calle con flores, globos, chocolates, que han recibido o bien regalarán a otra persona. (…) Los restaurantes tienen cenas especiales para parejas con motivo del día de los enamorados, y también suelen estrenarse en el cine películas románticas. “


Bien, algo para regocijarse, como cae el 14 de febrero, aquí todavía no hay clases formales y por lo tanto no veremos a niñitos de escuela preparar Valentine cards (¡¡¡qué lástima!!!) Y lo de los chocolates no creo que prospere, apachuchados por la tórrida temperatura ambiente te pueden desatar una linda diarrea… A los rojos globos corazón ya los vi… son híper cursis (perdón… remonomos). Contra las flores no tengo nada.


Qué sé yo, en el fondo San Valentín me cae mejor que Halloween (¡Dios me libre y me guarde de Trick or treat, la calabaza calada y de los disfraces y maquillajes tétricos! ¡Qué carajo tiene que ver eso con nosotros! Pero tiemblo, porque como bien dijo Fontanarrosa: “Aquí hay mucho zapallo”),  aunque no tan bien como San Patricio (y no porque tenga corazón irlandés sino porque se chupa mucha cerveza y hay descontrol). Y sí, qué se le va a hacer, el amor es universal y enamorados (a algo, a alguien) en algún momento estamos todos. ¿Lo quieren festejar el 14 de febrero y llamarlo San Valentín? Má sí, sean felices y que les garúe finito. 


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