martes, 30 de julio de 2013

La respuesta de Teatro x la identidad




Dado el estado público que tomó la actitud del elenco de Love, love, love de no leer el texto con el que los espectáculos, todos los años, adhieren a Teatro por la Identidad, creemos importante varias aclaraciones".

En primer lugar, una consideración acerca de este mismo estado público. La decisión de leer o no leer, adherir o no adherir a Teatro por la Identidad, es absolutamente libre y personal y no merecería ningún tipo de consideración, salvo en este caso, en el que esa actitud se transforma, vía su publicación en LA NACION, en un hecho político.

De todos los espectáculos a los que les propusimos la lectura (que no son todos, solamente por nuestras limitaciones logísticas, pero son realmente muchos), el del espectáculo dirigido por Carlos Rivas fue el único que rechazó la acción.

Lo que es una actitud esperable y posible. Pero el hecho de buscar la ampliación mediática de esa actitud, no puede quedar sin respuesta. Porque implica, no solamente una actitud interna de un elenco que, suponemos, habrá sido discutida y decidida en la intimidad de la conciencia individual de cada uno, sino la pretensión de justificar públicamente esa posición.

Por lo que creemos importante tomar la palabra de todos esos otros compañeros actores que sí leyeron el mensaje cuyos espectáculos se listan al final de este texto y de la asociación Teatro por la Identidad.

La lectura de esta carta en las salas comerciales de Buenos Aires es una acción que emprendemos desde 2009 y es fundamental, dada la argumentación de Rivas, mencionar que esta adhesión siempre ha sido total, con absoluta independencia de banderías políticas, contándose, por supuesto, entre quienes leyeron la carta a notorios opositores al Gobierno Nacional. Teatro por la Identidad aprecia la libertad de sus adherentes para actuar en política partidaria, pero basa su acción en la independencia respecto de los partidos políticos. Por eso pretende representar a toda la comunidad teatral.

Es que consideramos que la cuestión de los nietos apropiados y la urgencia de su restitución va claramente mucho más allá de cualquier gobierno o partido. Las actitudes políticas de cualquiera de nuestros compañeros (Incluso las de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo) son independientes, salvo para una mente estrecha, de la indudable justicia de la causa en su conjunto. Los contenidos del diario de Abuelas pueden ser discutidos o polemizados como también la designación de los funcionarios de un gobierno.

Pero poner estas discusiones coyunturales por encima de la necesidad imperiosa de cubrir con un manto de justicia una de las acciones más perversas de la dictadura, y luego difundir esos argumentos buscando en forma oportunista (dada la situación política electoral) el eco mediático, no solamente es no aportar a esa causa, sino jugarle en contra. La tristeza de la contradicción inevitable entre los ideales y la realidad se vive en soledad. No se ventila en los medios. En los medios se actúa políticamente y se decide (cosa que aparentemente es algo que a Rivas no le gusta o que supone "autoritario") y que no es más que el juego libre de nuestra sociedad, y lo que él, claro, finalmente, termina haciendo.

En el momento de decidir, el elenco dirigido por Rivas, decidió no decir a sus espectadores los contenidos de una carta que a lo único que se refiere es a la problemática concreta que nos encuentra en la urgencia absoluta de cientos de Abuelas que están llegando al fInal de sus días sin la paz de reencontrar a sus nietos robados.

Decidió no decir, (justamente la carta lo menciona) que son ridículas nuestras rencillas cotidianas frente a la altura de esta causa. Eligió no poner lo importante por sobre lo pasajero. Esta actitud, la de coincidir en lo que coincidimos aunque difiramos en lo que difiramos, es la base de la democracia y de la convivencia.
Lamentamos, aunque respetamos, esa decisión. Pero más lamentamos que, en la búsqueda de una justificación culposa, esta actitud solitaria y respetable, se haya transformado en un hecho de resonancias sórdidas que tiene la virtud de mostrarnos cómo perviven en nuestra sociedad (como viven entre nosotros también estos 400 nietos con identidades cambiadas) las dificultades para encontrarnos con la verdad y la justicia.

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