viernes, 8 de junio de 2012

Extraño suceso


Conocí la historia (o quizá la recuperé) en un libro para enseñar inglés. El texto decía lo siguiente:

En 1889 una inglesa y su hija, de visita a la Exposición Universal de París, se registraron en uno de los más lujosos hoteles. Cada una tenía su propio cuarto. La hija quiso pasear por París de inmediato, pero la madre, cansada por el viaje, quiso recostarse. La chica salió sola, paseó por los Champs Elysées y vio la torre Eiffel. Seis horas más tarde regresó al hotel. La habitación de su madre estaba vacía y no había ningún rastro de que hubiera estado allí. Preguntó en la recepción y le dijeron que jamás la habían visto a ella o a su madre. La madre había desaparecido. La hija desesperada la buscó durante semanas antes de regresar a Inglaterra. Murió años más tarde en un manicomio. Se había vuelto loca por la extraña desaparición de su madre.

Aquí los alumnos tenía que dar alternativas a lo que pudo haber pasado. Después debíamos fijarnos en otra parte del libro para obtener la respuesta verdadera que era ésta:

Después de que la hija se fuera de paseo, la madre pidió que la viera el médico del hotel porque se sentía mal. La mujer había contraído la peste. Se le pidió al personal del hotel que no dijeran nada porque si la noticia se sabía, todos abandonarían la ciudad y la Gran Exposición, en la que se había invertido muchísimo dinero, terminaría desastrosamente. Limpiaron la habitación de la mujer, quemaron sus cosas e instalaron otro huésped. Nadie sabe qué pasó con la mujer, pero se supone que permaneció en Francia hasta que murió.

La historia me voló la cabeza. Por dos motivos, por la historia en sí y porque la encontré en un libro de enseñanza de inglés (los libros para dar clases suelen ser tan estimulantes como planchar 200 camisas o tan insulsos como ver llover 10 días seguidos). ¡Alguien enloquecía de tristeza y moría de desesperación por la seguridad del estado! Para no correr ningún riesgo, se sumía a una persona inocente en el desquicio. No había piedad para la pobre chica.

Si digo que quizá la recuperé en vez de afirmar haber conocido la historia dando clases, es porque me parecía que una película vieja, perdida en mi memoria, había tratado una desventura similar. Supuse que si así era, en algún momento lo sabría. Pasaron los años y hete aquí que el otro día repasando, sin habérmelo propuesto, la carrera de Dirk Bogarde (no pregunten, mis paseos por internet me llevan a lugares insólitos) descubrí que tal película es So long at the fair (Extraño suceso) 1950 de Terence Fisher.

La película difiere en varios puntos de la historia del libro. No deriva en tragedia sino que termina con un par de promesas. La protagonista (Jean Simmons) llega a París no con su madre, sino con su hermano (David Tomlinson). Se registran en el hotel, pero por un inconveniente con una valija, él no firma, sólo lo hace ella. Pasean juntos durante el día, se cruzan con un pintor, Dirk Bogarde, que será capital en el argumento. El hermano desaparece durante la noche, mientras la Simmons duerme plácidamente en su cuarto. Se levanta y no ha desaparecido sólo el hermano sino también la habitación. Todos insistirán en que vino sola y nadie le creerá lo contrario. El pintor vendrá al rescate y la ayudará a llegar a la verdad. El hermano, enfermo de peste, está en un hospital en las afueras de París. Quizá se recupere y quizá ella haya encontrado el amor de su vida en el pintor.

En la película, la villana es la dueña del hotel que apaña el asunto y hace tapiar el cuarto para que el negocio no se arruine. No cierra mucho la historia que ella sea tan astuta y tenga tantos recursos como para tapar todo. La anécdota sería más plausible si interviniera la policía o algún ministerio. Como la película es inglesa quizá no hayan querido enojar a los franceses…
La duda que me queda es la siguiente: ¿habrá existido de verdad un apestado en la Exposición Universal? Cada gran hecho histórico tiene su folklore, sus leyendas urbanas, ¿es ésta una de ellas o realmente pasó? Si alguien tiene una respuesta, alcáncemela. Gracias.

Gustavo Monteros

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